Los autores del mambo

En Cuba la palabra mambo tiene una larga historia: en las ceremonias del vodú haitiano traídas a las provincias orientales, se le llama “mambo” a la sacerdotisa que oficiaba ese acto religioso; en la llamada “rumba de columbia”, los eficientes tocadores proferían la palabra “mambo” en sus ejecuciones; “palo mambo” es un toque de raíz africana; y se le llama “mambo” al guajeo, y a los montunos, coros y estribillos. También la gente decía “se está poniendo feo el mambo” para referirse a la situación social, y finalmente, “Mambo” fue el título que utilizó el contrabajista Orestes López para componer un danzón, con un montuno sonero al final de la pieza, en 1938, el cual fue estrenado por la Orquesta de Antonio Arcaño, de la que López era chelista.
Diez años después de esto, el músico matancero Dámaso Pérez Prado, aprehendiendo todos estos antecedentes conforma una nueva música a la que llama “mambo”, que fue estrenada en México en 1949. A partir de entonces comienza una controversia por el origen del ritmo y una de las más grandes leyendas de la música cubana que no ha concluido aún.
Según Pérez Prado, su “invento musical” es el sincopado de los ritmos que subyacen en sus creaciones: los saxofones llevan la síncopa en todos los motivos; la trompeta ejecuta la melodía y el bajo el acompañamiento; combinándose todo con bongó y tumbadoras. Con esa mezcla única, Pérez Prado hizo una música que puso “patas arriba al planeta” como decía la prensa del momento y consigue una de las proezas más grandes de la historia de la música popular. (Para más información contactar a la autora del blog en autoresdelmundo@gmail.com)